Despierto y con curiosidad abro la cortina con mi mano, alcanzo a ver cómo sacan bultos en camillas, los meten a una camioneta y se los llevan. Todos tienen máscara.
¿Qué pasa?, puta madre. Volteo hacia el otro lado y veo a una persona que en mi vida había visto. Está acostado, con esa típica bata azul, ¡como la mía!, pero se ve muy mal.
El ambiente es horrible, con esa luz blanca deprimente, atascado de enfermeras y doctores que corren hacia todos lados y solo me ponen nervioso. De repente del hielo seco sale una enfermera. Se está lavando las manos, se pone guantes, una bata, una máscara, unas “tipo” bolsas en los zapatos y se cubre el pelo… puta, se tarda muchísimo, lleva casi 20 minutos haciendo todo ese maldito ritual.
Se acerca, ¿por qué se acerca? Wey es Katita, la señora Katita, sí la que cantaba en la iglesia cuando era niño, ¿qué diablos hace aquí? Me toma la temperatura y mientras ve el termómetro pone cara de susto y me asusta.
Yo ya no aguanto, toso y toso y cada vez que lo hago me duele el pecho como si me clavaran agujas; y la espalda y el abdomen como si hubiera hecho 200 abdominales, me canso y no dejo de sudar, el sudor se me va a los ojos, y me borra la vista, siento que me desmayo, pero no quiero desmayarme, no ahora, pienso en ella.
Entonces comienzo a gritar desesperado, ¿Por qué estoy en este lugar? ¿En dónde está mi esposa? ¡Yo no estoy enfermooooo, sáquenme de aquí!
Estoy agitado y entre más rápido respiro, menos siento que me entra el aire, tengo miedo, me estoy desesperando, siento como si los orificios de la nariz fueran del tamaño de un alfiler, trato de jalar aire pero es imposible, siento ansiedad, necesito oxígeno, siento que me asfi…
Y en ese momento escucho: ¡Ya vente a desayunar!
Estoy tan frikeado que hasta sueño en esa mierda.