YA NO QUISO VERME

Cuando supe que la situación iba a empeorar, solo vino a mi mente mi familia. Ellos allá. Y yo aquí... Sola.

Un día despiertas y, de pronto, ya no puedes salir, ni hacer las compras del súper como normalmente las harías. Todo urge, todo debe ser rápido, cauteloso. Un día despiertas y lo único que encuentras es caos.

Así estuve un par de días, organizando mi tiempo y planeando mi escapada. Necesitaba ir a ver a mis padres, a mi hermana, a mi abuela y a “mi guapo” (mi hermoso y peludo gato).

Recurrí a la ayuda de mi novio, más bien, a su auto. No quería subirme a un camión y ponerme en riesgo de contagio. En hora y media ya estábamos en casa de mis padres.

Ese momento en el que te sientes completa y a salvo, porque estás con los tuyos. Fue un fin de semana para disfrutarnos: que si la peli, que si un partido de dominó. ¿Qué tal un pulquito?

No quería regresar, pero allá la señal no es la mejor y hacer home office hubiera resultado un rotundo fracaso.
Tarde o temprano llegaría el momento de partir. Y ahí estábamos.

Eran las nueve de la noche de un domingo que parecía como cualquier otro. Ya todo estaba en la cajuela. Me despedí de mi hermana que como siempre me daba el avión por estar whatsappeando con sus amigos. Salí al jardín trasero para ver a “mi guapo”. Luego abracé a mi abuelita, que se quedaba con los ojos cristalinos y yo con el corazón roto. Le di un beso a papá, que no paraba de darme instrucciones precisas sobre cómo cuidarme. Entonces, llegó el turno de mi madre, me acerqué y, en su papel de enfermera (la mejor del mundo, por cierto), me dijo…

“No quiero que vengas otra vez”. Me quedé callada, sentí un putazo en el pecho. Ella continuó… “No lo tomes a mal, solo no quiero que te arriesgues, que nos arriesgues. Pronto nos volveremos a ver. Cuídate”. Me miró a los ojos con amor y sonrió.

¡Ah, su puta madre! Jamás pensé que me diría algo así, pero lo entendí, aunque no por eso no dolió. Ahora solo queda esperar y ser fuertes. “Ya falta menos, mami”.

P.D. ¡Jódete, COVID!